EDUCACIÓN ESPECIAL

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Discapacidad Intelectual

Recomendaciones para facilitar la integración de las personas con discapacidad.

Enfermedad Mental

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a) ¿Qué es la enfermedad mental?

Es un estado de limitación en la conducta adaptativa o de relación, debido a la interacción entre factores individuales (dificultades de tipo conceptual, social o práctico) y los de un contexto menos accesible o menos comprensivo.

La mayoría de las enfermedades mentales no se perciben físicamente, son invisibles, lo que contribuye a que se mantenga la confusión que existe entre las distintas patologías. Respecto a sus causas, éstas pueden ser múltiples y en algunos casos desconocidas.

En realidad se trata de un conjunto de alteraciones que incluyen fobias, depresión, ansiedad, anorexia, esquizofrenia y muchas otras. Las causas son múltiples y dependen de multitud de factores. Afortunadamente, la mayoría de ellas se benefician de tratamientos que consiguen un funcionamiento social adecuado de los pacientes.

Todas las personas nos sentimos tristes, nerviosos, preocupados o estresados en algunas ocasiones. Sin embargo, estos sentimientos son controlables y terminan por desaparecer. En la enfermedad mental no es así. Persisten y se hacen lo suficientemente severos como para interferir en la vida cotidiana, dificultando las relaciones interpersonales, el estudiar o, simplemente, disfrutar de la vida.

La gravedad de estos trastornos es muy variable, siendo lo más frecuente una perfecta adaptación a la mayoría de los ámbitos sociales en los que el enfermo se desenvuelve. De todas formas, los casos de mayor severidad en los síntomas, de clara inadaptación social o de pérdida de contacto con la realidad son incompatibles con los estudios universitarios, por lo que será muy improbable encontrar un alumno con este grado de afectación.

b) Recomendaciones

No suele haber un rasgo físico que identifique a quien padece estas enfermedades, por lo que si tenemos conocimiento de que algún alumno está afectado por cualquiera de estos trastornos, será porque alguien (o él mismo) nos lo haya comunicado. En este caso, hay que tener en cuenta algunos principios básicos:

• No sabemos quien padece alguno de estos trastornos y no es cierto que sean poco frecuentes (aproximadamente un 25% de la población general sufrirá alguno de ellos a lo largo de su vida). Palabras y expresiones como “loco”, “pirado”, “se le ha ido la pinza”, “estar mal de la azotea”, “estar como un cencerro” y tantas otras, son sólo insultos que producen en quienes están afectados un sentimiento de rechazo, humillación e incomprensión que les hace aislarse y agravar su problema. Quienes acostumbran a utilizarlas pueden imaginarse a sí mismos, cara a cara con alguien que padezca una de estas enfermedades, diciéndole: “compréndelo, a mí me divierte”.

• Si ha sido el propio interesado quien nos ha confiado su afección, se ha de respetar escrupulosamente la confidencialidad de lo hablado y no difundirlo a terceras personas salvo casos excepcionales en los que se pongan en riesgo factores más importantes (por ejemplo, si el alumno nos confiesa que se siente tan deprimido que está pensando seriamente en suicidarse). Esta revelación personal puede producirse bien para justificar una petición concreta (como no hablar en público por padecer fobia social, o sentarse cerca de la puerta por sufrir de agorafobia, o cambiar la fecha de un examen por coincidir con la consulta del psiquiatra); o bien para buscar ayuda, orientación o consejo. En el primer caso, se atenderá la petición siempre que sea razonable y esté justificada. Si lo que se pide es ayuda, se facilitará en la medida de lo posible bien personalmente, bien poniéndole en contacto con los recursos de los que dispone la UJA para su orientación.

• Si ha sido otra persona quien nos informa de la enfermedad mental de algún alumno, ese rumor debe acabar en nosotros. Y a quien lo hay difundido, aconsejarle que lea las recomendaciones que se incluyen en esta página.

• Tratar con absoluta normalidad a quien padezca alguna de estas enfermedades. Un trato diferente (aunque implique mayor atención o deferencia hacia el enfermo) sólo conllevará señalar al alumno ante sus compañeros y ante él mismo, que terminará pensando que no lo creemos capacitado y creyéndose que realmente no lo está.

• La enfermedad mental no implica un déficit en la inteligencia. De ser así, no sería un alumno universitario.

• La enfermedad mental no implica mayor violencia. De hecho, hay más probabilidad de que quienes la padecen se conviertan en víctimas que en agresores (sobre todo si se tiene en cuenta la estigmatización social). Si hacen daño a alguien, suele ser a sí mismos.

• El enfermo mental no es responsable de su enfermedad ni de sus síntomas. Es tan inútil como contraproducente decirle “anímate” a un deprimido o “acaricia al perro” a un fóbico.

• La enfermedad mental afecta a un área concreta de la vida del individuo. El resto de facetas (pensamientos, emociones, aspiraciones, deseos…) son perfectamente normales.

• El contacto ocular y la mirada franca, permite a la persona sentirse aceptada y reconocida, huyendo de las simples formas de urbanidad y cortesía, que aunque necesarias, no son suficientes para ponerte en el lugar de la otra persona.

• Mira a los ojos, piensa y cree en lo que expresas, para que haya consistencia entre actitud y palabra.

• Su menor expresividad o apariencia distante, no quiere decir falta de comprensión o entendimiento, sino lentitud de respuesta o estructuración de la frase. En todo caso, habla claro, transmitiendo el mensaje con frases cortas y precisas.

• Respetar la intimidad del o la estudiante sobre su enfermedad.

• Desecha estereotipos, individualizando el trato y adaptándolo a las necesidades de cada estudiante. Dar un tiempo para normalizar la comunicación.

• Estar abiertos a demandas e iniciativas que la o el estudiante solicite.

c) Acceso al currículum.

• El aprendizaje y los logros académicos son importantes porque suponen un medio de compensación de sus limitaciones personales y sociales.

• Puede que la o el estudiante presente un ritmo de estudio diferente del resto.

• Procura ayudarle y orientarle en sus elecciones y toma de decisiones.

• Potencia las habilidades y tareas que sean puntos fuertes en el estudiante, esto incrementará su seguridad y los resultados.

• Intenta proporcionar los apuntes y materiales académicos específicos de forma estructurada y con antelación, con las instrucciones necesarias.

• Favorecer oportunidades para la interacción y relaciones sociales, a través de actividades guiadas y estructuradas.

• Flexibilización en los plazos de presentación de trabajos.

• Puede que sea necesario adaptar los momentos de evaluación, aplazar la prueba o cambiar la fecha de la misma, debido a tratamientos médicos, revisiones y/o las posibles estancias en hospitales; siempre que se justifique adecuadamente y se informe previamente.

• En la evaluación de los conocimientos aprendidos por el alumno, siempre que sea posible, utilizar las mismas técnicas de examen empleadas con sus compañeros. No hay ninguna razón que justifique la falta de exigencia en el cumplimiento de los criterios exigibles. No es beneficioso ni para el implicado, ni para la propia sociedad.

• Si lo anterior no es posible, realizar la prueba acorde con las capacidades personales del o la estudiante, a través de evaluaciones continuas, exámenes orales, trabajos complementarios etc. Se bebe tener en cuenta que tanto los síntomas de alguna enfermedades como los efectos secundarios de la medicación pueden hacer que el rendimiento de las y los estudiantes disminuya sensiblemente.